Aprendizaje Colaborativo
El
conjunto de elementos que intervienen, de forma interrelacionada, en el proceso
de enseñanza y aprendizaje, con el fin de que los alumnos aprendan los
contenidos escolares, conforman lo que se denomina la estructura de
aprendizaje: Elementos tales como las explicaciones del profesor (más cortas o
más largas, más claras o más confusas...), el material didáctico (más o menos
adecuado...), los ejercicios de los alumnos (más o menos complejos, con más o
menos dificultades...), la distribución de los alumnos dentro del aula (trabajo
individual, o por parejas, o en pequeños grupos...), la forma de evaluar a los
alumnos y los criterios de evaluación (más o menos explicitados...), el “clima”
del aula (más o menos favorable al aprendizaje, más o menos agradable,
distendido...) etc., sin duda condicionan, para bien o para mal, el aprendizaje
de los alumnos.
El trabajo en equipo no es una novedad en materia educativa. Desde hace décadas,
trabajar y aprender juntos son características de muchos sistemas de educación.
En los últimos años, sin embargo, las Tecnologías de la Información y la
Comunicación (TIC) han revolucionado esa forma de aprender, dando lugar a un
nuevo concepto socio-educativo como es el Trabajo Colaborativo.
La UNESCO define el tipo de aprendizaje que se genera de forma colaborativa
como aquel en el que “los alumnos trabajan en grupos en una misma tarea de
forma simultánea, considerando juntos peticiones o exigencias y abordando
dificultades. La colaboración es vista como un acto de creación compartida y/o
descubrimiento. En el contexto de la comunicación electrónica, el aprendizaje
colaborativo puede tener lugar sin que los miembros del grupo estén físicamente
en el mismo lugar”. [1]
Para autores como Johnson, el aprendizaje colaborativo es “el conjunto de
métodos de instrucción o entrenamiento para uso en grupos, así como de
estrategias para propiciar el desarrollo de habilidades mixtas (aprendizaje y
desarrollo personal y social.) En el aprendizaje colaborativo cada miembro del
grupo es responsable de su propio aprendizaje, así como el de los restantes
miembros del grupo” (Johnson, 1993)[2].
En Wikipedia, el mayor proyecto colaborativo del mundo, se nos ofrece una
definición del término, según la cual se trata de “procesos intencionales de un
grupo para alcanzar objetivos específicos, más herramientas de software
diseñadas para dar soporte y facilitar el trabajo. En el marco de una
organización, el trabajo en grupo con soporte tecnológico se presenta como un
conjunto de estrategias tendientes a maximizar los resultados y minimizar la
pérdida de tiempo e información en beneficio de los objetivos
organizacionales”. [3]
Para que estas premisas puedan llevarse a cabo con éxito, el primero de los
pasos debe ser el establecimiento de un objetivo común para los miembros del
grupo de Trabajo Colaborativo, que interese y motive a todos por igual, les
anime a participar y genere una serie de beneficios para su proceso de
aprendizaje. En nuestro caso concreto, ese objetivo no es otro que el de
superar con éxito todas las asignaturas del master de Tecnologías Digitales y
Sociedad del Conocimiento.
A partir de ahí, el Trabajo Colaborativo debe basarse en una serie de
principios fundamentales, que harán posible la evolución del grupo. Es lo que
podríamos denominar las 5 C:
Coordinación: es fundamental que exista coordinación entre los miembros del
grupo para la realización de las tareas de una forma ordenada,
Colaboración: sin el apoyo mutuo de los participantes del grupo, su ayuda y su
contribución no podrá alcanzarse el objetivo común fijado. Es lo que algunos
autores, como Johnson o Waggoner, denominan “interacción positiva”[4]: cada uno debe mantener una buena relación de cooperación
con los otros y estar dispuesto a dar y recibir comentarios y críticas
constructivas sobre sus contribuciones.
Confianza: resulta imprescindible que los miembros del grupo confíen los unos
en los otros, ya que todos tienen la responsabilidad de enseñarse unos a otros,
de manera que las dificultades de unos puedan ser compensadas con las
habilidades de los otros. Esto es la llamada “interdependencia positiva”, es
decir, “los miembros del equipo se necesitan unos a otros y confían en el
entendimiento y éxito de cada persona. Cada miembro del grupo es responsable no
sólo de su aprendizaje sino también del de sus compañeros. De ahí que su
implicación activa y responsable a la hora de aportar su trabajo al resto del
grupo resulte vital”. (Johnson, 1993)[5].
Comunicación: sin unos canales de comunicación adecuados se hace imposible la
interacción de los miembros del grupo y, por tanto, su funcionamiento.
Contribución individual y grupal: no se trata de competir, sino de ayudar entre
todos en el proceso de aprendizaje, cada uno según sus propias habilidades. En
este sentido, cabe destacar la ausencia de un líder único, en beneficio de un
liderazgo compartido, responsabilidad de todos los miembros del grupo.
La unión de todos ellos es básica en este proceso de aprendizaje. Pero el
Trabajo Colaborativo debe tener en cuenta, además, otros aspectos como la
experimentación, la búsqueda y evaluación de información o la discusión para
hacer posible la resolución de problemas. En este sentido, el tutor debe jugar
un papel de guía, promoviendo el dinamismo y la interacción del grupo, pero sin
intervenir en exceso en el proceso de construcción del conocimiento.
Referencias
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